– El Pozo de las Bozas
El topónimo Bozas, muy común en León y de controvertida procedencia parece que hace referencia a tierras con matorrales, que se rozan ocasionalmente para convertirlas en tierras de cultivo, parcelando a veces de forma colectiva. Otras variantes del topónimo son Bouzas, Bocigas, Bohigas. En Yugueros hay un término que efectivamente se llama así –Las Bozas, en terrenos colindantes a lo que fue el Coto Redondo de Los Aciales y Santa Olaja– y en él hay un hoyo de unos 14 metros de diámetro y 5 de profundidad que se presta a todo tipo de especulaciones sobre su origen.
La interpretación más afortunada es que todas Las Bozas son un inmenso campamento romano y el pozo un granero. Por cierto, que no fue descubierto por nadie ni se llamaba el Hoyón de Yugueros sino que era conocido por todos los pastores y agricultores de Yugueros inmemorialmente y a él se referían como el Pozo de Las Bozas.

Lo más curioso del caso es que la hipótesis del campamento ha hecho fortuna y en un desconocimiento total del proceso razonado y aportación rigurosa de pruebas que lo avalen, la han convertido en ‘dogma’. Estoy seguro que quienes han lanzado esta hipótesis lo han hecho honradamente más por apreciaciones personales y prejuicios que por aportación de pruebas y no han pretendido sentar cátedra. El problema viene por un público ávido de historias grandiosas que interpreta una teoría como un hecho probado sólo porque alguien con pretendida autoridad lo conjetura. Hasta ‘peregrinaciones’ se organizan a este maravilloso lugar y a no tardar vendrán fenómenos trascendentes y apariciones.
Me referiré a los siguientes supuestos que me incitan a la cautela:
– Que no sea terreno calizo –es silíceo– no quiere que no haya hundimientos o ‘grajeros’ como puede apreciarse por Los Cabenes, Valgranda o Villarinos, lugares en un radio de quinientos metros de Las Bozas y suelos de la misma constitución y con hundimientos. Sabemos que en los suelos de constitución caliza se forman dolinas o karst por procesos de disolución de la roca debido al agua de lluvia o nieve. Pero no es el caso.
– Nadie, que yo sepa, ha excavado el pozo en busca de posibles restos de muros pues si contenedor de algo fue, es lógico estuviese forrado con muros para evitar derrumbes.
– Los granos tradicionalmente se guardaron en graneros elevados –hórreos– para evitar humedades y enmohecimientos del grano, so pena de gustos particulares de los romanos.
– Las piedras y taludes que jalonan las fincas de Las Bozas tampoco prueban nada a nadie que sepa la inveterada costumbre de arrimar a la orilla las piedras que aparecían al arar y los taludes son fruto del mismo proceso fácil de verificar por quien se dé un paseo por antiguas tierras de labranza.
– Un factor limitante es el agua y no parece muy abundante y cercana a no ser que consideremos la fuente del Hurraco, de régimen estacionalmente irregular.
– Apoyar la idea del campamento con la existencia de un lugar cercano llamado Lutero y pretender que este nombre deriva de campo de luces es discutible. También puede derivar del pequeño otero que hay al sur-oeste del de los Casares, que sí tiene pruebas circunstanciales, como fuente, eras y montones de piedras, de haber sido un poblado y se llama ciertamente Lutero. Y todo esto porque pretendidamente habría otro campamento o guarnición romana más al norte con el que se intercambiarían señales por medio de la luz de antorchas o fogatas, en una clara forma de adaptar las teorías a los gustos previos del historiador.
– El gusto por pueblos y culturas que una deformación histórica propensa al maniqueísmo divide en pueblos o civilizaciones en buenas y malas, unas que dan ‘pedigrí’ y otras nefastas. Los romanos y los celtas estarían en la consideración de buenas cuando con toda seguridad deberíamos hablar de aculturaciones. Nosotros no descendemos de los romanos ni celtas ni visigodos ni árabes, somos descendientes de un fondo poblacional aculturado por estos pueblos de quien tomamos nuevas técnicas y culturas.
– ¿Nadie ha pensado que puede ser resto de un nevero, pozo artificial donde antiguos pobladores almacenaban nieve y tapaban con helechos para preservarla hasta el verano?
Pero es más épico lo otro. Granero, hundimiento, nevero, que cada cual piense lo que quiera.
Hay más ‘dogmas’ recientes referentes a Yugueros. Se ha extendido la idea de que el magnífico retablo de su Iglesia es de Jean de Angers, imaginero, porque alguien ha querido ver su mano en las sirenas que cierran el retablo y su mazonería y ya puestos especular, hizo todo el retablo, hasta las pinturas de las tablas. Bueno, pues a probarlo y mientras tanto, hacemos hipótesis.
No menos curioso quien ya ve castros celtas por todas partes, que alguno habrá. Que Yugueros da para muchos castros, cogollas, cantos y coronas. Me remito al desmedido gusto y deformación prehistórica de quienes fueron los celtas. Para Castro ya tenemos el de La Ercina y de los demás, a escavar. Y que la ermita del Perdigón no es otra cosa que el solar de la antigua ermita de san Andrés de Yesa… Pues a probarlo. La tradición oral de Yugueros la asocia al Coto de san Vicente de Yera en cuyo término está como claramente muestran los mapas topográficos.

Referente a la Iglesia parroquial hay teorías que aseveran que la hicieron los templarios como parte de una fortaleza para protección del camino real que corre a sus pies y todo por el tipo de construcción de su torre. Pero está documentalmente escrito cuándo se hizo la iglesia y su torre y que ambas son casi coetáneas: al finalizar la iglesia se hizo la torre con el mismo estilo y hasta posiblemente los mismos maestros canteros. Y más concretamente, está documentado que con las primeras obras de la torre se derruyó la espadaña antigua. Posiblemente sean restos de la iglesia antigua las columnas y capiteles que hay en el presbiterio limitando con la nave al lado de los altares del la Virgen del Rosario y de Santa Águeda. Su estilo no corresponde con el resto de la bóveda de crucería del presbiterio. Por cierto que los nativos de Yugueros se llaman torrejinas por tener un gran torreón>torrejón>torrejinos y no por actuar con precaución la hora de repartir el pan como alguien piensa.
A. del Río